Logopedia y feminismo. En ocasiones veo mujeres

La logopedia, a pesar de ser una profesión mayoritariamente ejercida por mujeres, sigue arrastrando desigualdades de género en ámbitos como la investigación, la docencia y la práctica clínica. En este artículo, exploramos cómo los estereotipos de género, los sesgos estructurales y la infrarrepresentación femenina en cargos de responsabilidad afectan a la profesión. A partir de una perspectiva feminista, se proponen herramientas y reflexiones para promover una logopedia feminista, más consciente, inclusiva y equitativa con los pacientes y materiales de trabajo.


[Este texto se publicó en el número 38 (otoño-2021) de la revista Logopèdia, con una llicència Creative Commons by-nc-sa-nd]


Cada junio una serie de personas se examinan en las pruebas de selectividad y cruzan los dedos para conseguir la nota necesaria para entrar en el grado de logopedia. De estas personas, una abrumadora mayoría son mujeres y, por suerte, son más conscientes que las de mi promoción de lo que significa serlo. En aquella época (llevo veinte años teniendo veinte años), el activismo feminista existía, pero se movía por circuitos minoritarios, ocultos en la población general que, de hecho, veía el adjetivo feminista como ridículo y obsoleto. El feminismo era para muchos un recuerdo superado del pasado, un sueño de activistas inflamadas, de tías que se ponen pesadas cuando beben más de la cuenta. Las de mi promoción, parafraseando a Montserrat Roig, no nos planteábamos si éramos hombres o mujeres, fueron los demás quienes, poco a poco, nos fueron recordando que éramos mujeres.

Con la llegada hace diez años de la llamada cuarta ola del feminismo, empezamos a abrir los ojos hacia opresiones que antes no éramos capaces de ver, algunas incluso de las que éramos víctimas. Nos dimos cuenta de que efectivamente las mujeres habían ocupado espacios públicos y trabajos remunerados que antes ocupaban los hombres, pero que al mismo tiempo no se había producido una contrapartida por su parte en lo que se refiere a los trabajos domésticos y los cuidados. Las mujeres no habían abandonado estos trabajos, habíamos ampliado horario. Con la cuarta ola, nos dimos cuenta de que no teníamos por qué aceptar algunos comportamientos y comentarios hacia nosotros. Aprendimos a valorar más lo que hacemos y lo que podemos llegar a hacer.

Dentro del campo de la logopedia, una profesión con amplia mayoría de mujeres, se reproducen opresiones y violencias que ya son conocidas por otras disciplinas con una predominancia femenina, como la enfermería o la educación. Como era de esperar, las discriminaciones por género se extienden también a la consulta de logopedia ya la investigación sobre comunicación y lenguaje. En este artículo se recogen algunas de las opresiones que se despliegan sobre el eje de género y se realizan algunas reflexiones sobre las buenas prácticas para evitar la perpetuación de ciertos estereotipos.

¿Dónde están las mujeres?

Cabría esperar que en una disciplina tan feminizada como la logopedia, por ejemplo, el informe del CLC detalla que hay un 95,4 % de mujeres miembros, y que estas proporciones se reflejaran en puestos de mayor responsabilidad y estatus. Sin embargo, un estudio de Rogus-Puglia et al. (2018) demostró que esto no es así. Analizaron la representación de género de los profesionales en ciencias de la comunicación y trastornos en puestos de doctorado, puestos universitarios y en la concesión de premios y distinciones. Los datos mostraron que los hombres eran mayoría en estos espacios de mayor responsabilidad y remuneración.

Este estudio se realizó en EE.UU., pero estos son unos datos que se repiten en otros países, en el ámbito académico en general y también en disciplinas equiparables a la logopedia en particular. Las mujeres están ahí y no están a la vez. Mantienen una presencia en la profesión como logopedas de base, sustentan la logopedia, pero existe una ausencia significativa en las capas superiores, existe una representación incongruente con la cantidad de mujeres que forman la profesión.

Las mujeres están y no están a la vez: sustentan la logopedia, pero están ausentes de los espacios de poder.

Esta asimetría esconde una serie de sesgos de género que las mujeres sufren a lo largo de su carrera profesional. En primer lugar, la propia decisión de elegir estudios de logopedia está influenciada por un estereotipo de género. Disciplinas como la logopedia atraen más a las mujeres debido a un sesgo cultural de género sobre el rol femenino que tradicionalmente asocia a las mujeres con tareas relacionadas con el cuidado y la asistencia a personas dependientes. Esta idea tácita en nuestra cultura de que “la mujer debe cuidar de los demás” provocaría que mujeres jóvenes con inclinaciones hacia otras disciplinas tradicionalmente asociadas a los hombres acabaran optando por estas opciones socialmente más favorecidas.

Más adelante, durante su carrera profesional, las mujeres experimentan diversas presiones, como influencias sutiles que intentan alejarlas de los programas de doctorado. Estas presiones deben entenderse no como acciones directas de un grupo o necesariamente de una persona, sino como sesgos estructurales, como tendencias arraigadas en el sistema. Es decir, en un sistema político cultural dado existen reglas y expectativas sobre cómo deben actuar los hombres y las mujeres. Son estas expectativas las que terminan inclinando las cifras hacia una ausencia de mujeres en estas capas más especializadas del estudio de la comunicación y los trastornos.

Estos sesgos, generalmente inconscientes, también sitúan a los hombres en ventaja en los procesos de selección y reclutamiento. Además, según el estudio, a diferencia de los hombres, las mujeres en puestos de responsabilidad que adoptan comportamientos tradicionalmente asociados al liderazgo masculino (como la promoción personal o la negociación) sufren una reacción negativa y ansiedad al ser juzgadas a través de estereotipos.

El estudio científico del lenguaje y la comunicación humana también sufre de un sesgo de género que afecta el conocimiento que se construye dentro de los círculos académicos. Lamentablemente, tampoco se trata de una investigación nueva. Se han documentado múltiples sesgos de género en las investigaciones sobre los aspectos biológicos y sociales de los seres humanos. Desde los conocidos sesgos en la descripción de cómo se manifiestan las enfermedades en hombres y mujeres hasta la suposición de que las mujeres neandertales no cazaban, la ciencia se ha visto plagada de fallas metodológicas influenciadas por estereotipos de género.

Una de estas fallas metodológicas en los estudios de logopedia y otras disciplinas sociosanitarias es la ausencia de mujeres en las muestras de estudio y la generalización de los resultados en hombres a la población femenina. Un caso claro es el sesgo de género en el estudio y descripción de los rasgos de las personas con TEA, que pueden ser diferentes en hombres y mujeres. Esto ha hecho necesaria una revisión de las guías de práctica clínica para el diagnóstico del TEA, que está subdiagnosticado en las mujeres.

Autores: Ana Sánchez Palacín «Iru» (@little_iru) y Nima Peyman-Fard (@doctorojete).

¿Qué pasa en la consulta?

Llegados a este punto, vemos que las opresiones por género son mucho más difíciles de detectar a primera vista y que son más generalizadas de lo que pensábamos. ¿Podríamos estar perpetuando ciertos estereotipos de género en nuestro día a día sin darnos cuenta? Evidentemente, si vemos el género como una serie de actos repetidos (Butler, 1990), como una coreografía por la que nos dejamos llevar, es fácil que muchas de las cosas que hagamos o decimos acaben reiterando los mismos pasos del baile. Es difícil afirmar “yo no soy sexista”, porque el contexto cultural, religioso, económico en el que vivimos sí lo es. En este marco, es prácticamente imposible tener un historial inmaculado en lo que se refiere a la discriminación por género. Por ello, es necesario realizar un acto de revisión de la propia práctica y tomar decisiones conscientes.

¿Y esto cómo se traduce en el ámbito logopédico? A nivel de materiales, todavía se siguen reiterando prácticas sexistas, como invisibilizar a las mujeres y su papel en la construcción del conocimiento o en la creación artística; presentar divisiones tradicionales del trabajo entre hombres y mujeres; mostrar el cuerpo masculino como el prototipo de ser humano en láminas de anatomía; incluir ilustraciones de niños y niñas con una expresión de género tradicional (niños y niñas que visten y juegan de determinadas formas); etc.

Es difícil afirmar “yo no soy sexista”, porque el contexto cultural, religioso, económico en el que vivimos sí lo es.

Esto es especialmente importante en el caso del material audiovisual (películas, videoclips, canciones, etc.), ya que la cultura dominante es todavía muy sexista. También cuando buscamos fotos o ilustraciones de internet para preparar algún ejercicio es muy probable que los primeros resultados que aparezcan en el buscador sean sexistas.

Las herramientas de evaluación estandarizadas están hechas en un momento sociocultural concreto y por equipos de trabajo que a menudo no representan a la población de manera equitativa. Por eso pueden caer en la utilización de imágenes sensibles para algunos colectivos y que a día de hoy son inapropiadas. Por ejemplo, en un artículo publicado en Asha Leader las investigadoras Ellen Bernstein-Ellis, Eve Higby y Michelle Gravier ponen de relieve la necesidad de tener una práctica socialmente responsable y explican el caso de una ilustración del test de denominación Boston Naming Test-2 que ha hecho que el editorial recibiera muchas demandas de cambio. Se trata del dibujo de una soga, una imagen con una potente carga simbólica ideológica que transporta al pasado reciente de linchamientos racistas en Estados Unidos. Tras el asesinato de George Floyd en 2020, la editorial admitió la necesidad de cambiar esta imagen y empezó a regalar pegatinas con una imagen alternativa de un boomerang para sustituir al anterior.

En cuanto a estereotipos de género, el CELF Preschool 2, por ejemplo, representa a las mujeres y los hombres con roles bien tradicionales: mujeres que hacen sopa en una cocina, que cosechan flores y hombres que trabajan de médicos y lavan el coche con su hijo. Evidentemente, esto no se cambia fácilmente de la noche a la mañana y la mayoría de logopedas no tenemos tanta influencia para hacer cambiar una publicación validada y estandarizada. Sin embargo, sí hay algunas reflexiones que vale la pena hacer en relación a nuestras prácticas diarias.

Una primera acción consciente contra el sexismo puede ser revisar el tratamiento del género de los materiales que utilizamos en la consulta. Un ejemplo de esta práctica de autorrevisión fue el análisis que realizó la asociación Espai i Lleure y la comisión de género de la escuela pública Tàber del fondo de su biblioteca infantil en 2019. Tras revisar con perspectiva de género esta sección, retiraron 200 cuentos sexistas, el 30 % del fondo, porque reproducían estereotipo.

No se trata solo de lo que decimos en consulta, sino también de lo que mostramos: imágenes, roles y silencios hablan.

Con los materiales y ejemplos que se utilizan en la sesión, es muy importante reflejar en las actitudes, expresiones y detenciones que se encuentran con los pacientes y con nuestras mujeres y mujeres colegas. Como los pacientes, la terapia consultación puede ser bien en un buen espacio, en el lugar de trus son que la persona se treated puede expresar su gender freely. Estas implícitas, por ejemplo, no tienen por grandad que la persona frente a usted tiene cierta identidad de identidad. Mucho ensure que la dirección de la persona con el grammatical gender with which they want se address them or with the name they recognize as their own. La persona puede ser treada mueble bien a expresar su personalidad sin feeling judged (deseas, fears, sin of humor, anécdotas, etc.).

When assessing sufrientes’ skills, as has already been said, un concious gender biases operate en lote. Somos modos de mitigar esta posible involuntar y ses a la normalización de tests, despite el internal sesgos que no hay, y para comparar los resultados con otros peers cuando es posible. En el resto de las manos, en el self-review ejercicio se debe cargar de la mano de la consideración de prognosis y de los conocimientos que la persona es achieve. We must bear in mind, že pokud se lidé ocitnou v consulte, je známo, že se podaří, že žena může do, v případě lidí se treat, this bias se likely a remain. To understand how quickly learn this notion of intelligence or ability asociated with gender, it is worth reviewing the study by Bian et al. (2017), que showed that girls as young as 6 years old begin to underestimate ability of other girls. From this age on, él begin to think that members of their gender is likely to be every intelligent (really, real smart) and stop participating in activities that they say are for children “who are very bright”.

Regarding relationships between profesionales, aparte de las bias regarding promotion opportunities within organization, múltiples casas de agresión a través de las personas en las prácticas environmentes habían sido descritas. Cesta interacting en meetings, decisión-making o asessment de la profesional competencia de los miembros del equipo a los cruzados a gender bias. En este sin, severas guías a buena práctica se han publicado en compañías para guarantear a buena selección de procesos, development and quality of work life for female workers.


[Este texto se publicó en el número 38 (otoño-2021) de la revista Logopèdia, con una llicència Creative Commons by-nc-sa-nd]


Referencias

Bernstein-Ellis, E., Higby, E., & Gravier, M. (2021). Responding to Culturally Insensitive Test Items. Leader Live.

Bian, L., Leslie, S. J., & Cimpian, A. (2017). Gender stereotypes about intellectual ability emerge early and influence children’s interests. Science, 355(6323), 389-391.

Butler, J. (1990). Gender trouble, feminist theory, and psychoanalytic discourse. Feminism/postmodernism, 327, x.

Rogus-Pulia, N., Humbert, I., Kolehmainen, C., & Carnes, M. (2018). How gender stereotypes may limit female faculty advancement in communication sciences and disorders. American journal of speech-language pathology, 27(4), 1598-1611.


Celia Alba de la Torre
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